The Rolling Stones / De Culto

 

 

The Rolling Stones 

 

por Israel Crens

 

It is the evening of the day

I sit and watch the children play

Smiling faces I can see

But not for me

I sit and watch

As tears go by

 

Inmortal: adjetivo

1.

Que no morirá nunca.

"dioses inmortales"

2.

Que perdura indefinidamente en la memoria de la humanidad.

"un soneto inmortal"

 

Ese sencillo adjetivo es únicamente uno de muchos principios para referirse a la banda más longeva y más prolífica en la historia del rock.

 

Si damos por sentado que existen fuerzas ajenas a las que conocemos los simples mortales, esta mítica banda ha trascendido (y transgredido) cualquier ley física conocida y por conocerse.

 

Si hablásemos de su historia en un contexto profundo, no haría falta un diccionario para poder definir cada una de sus etapas, cada una de sus canciones, cada uno de sus álbumes. Dicho de otra forma, jamás se podría hacer justicia en un solo volumen abarcar todo lo referente a estos caballeros.

 

Contemporáneos indiscutibles de The Beatles, sus Satánicas Majestades tuvieron a bien formarse su propio camino con el apadrinamiento de los antes mencionados.  Llevando su estilo, su ritmo y la otra cara de la moneda de sus cotorréanos británicos.

 

Ellos asumieron bien que el establishment  de aquel entonces no concordaba con su catadura y su música. Su trascendencia debía y tenía que ser de otra raíz. La maldita, la rebelde, la despreciada ¿y por qué no?, hasta la satánica.

 

Aquella que las buenas costumbres no debían voltear a mirar, pero que de manera obligada, conllevaba un gusto culposo por esas esbirros salidos del averno. Aquellos que preferían pintar el mundo de negro y rojo. Aquellos que proclamaron la simpatía por el Diablo.

 

Ese ser superior que -se dice-, es una fina y excelsa persona, pero que debes recordar su nombre so pena de padecer un sinnúmero de calamidades si osas contraríalo.  ¿La recompensa?  Una vida deliciosa, que sin lugar a dudas hemos podido contemplar generación tras generación.

 

Sin ahondar demasiado,  demos una vista preliminar a escarbar en la alineación de origen que comenzó la leyenda, que a estas fechas, se convierte poco a poco en mito.  

 

Brian Jones (1942-1969), fue el multiinstrumentista que definió el sonido Stone de principio, que tuvo la gracia de dejar un cadáver bien parecido y pasó a formar parte del mal afamado grupo de los 27. Entre los cuales se encuentran Jimmi Hendrix (1942-1970), Janis Joplin (1943-1970), Jim Morrison (1943-1971), Kurt Cobain (1967-1994) y Amy Winehouse (1983-2011).

 

Discípulo ferviente de The Beatles  en sus inicios, Jones fue el músico visionario que adoptó los sonidos del cuarteto de Liverpool y los trasladó a la banda de los Stones. Dando por resultado un sonido y un ritmo ajeno a lo que se venía escuchando entonces, incluidos los propios Fab Four.

 

Si a ello se suma el beat de Charlie Watts (músico nato del Jazz), el bajo de Bill Wyman, músico orientado al rhythm & blues, la clara idea de la armonía de Keith Richards junto con la lírica y voz del inigualable Mick Jagger, obtenemos un hard rock que retumba cuales rocas en avalancha en los pilares de la música contemporánea. 

 

La alineación tuvo ligeros cambios desde su inicio hasta el reciente fallecimiento de Charlie Watts. Pasando por la notable presencia de Mick Taylor y su más afamado suplente (compañero de Rod Stewart y Mick Hucknall -Simply Red- en la banda The Faces), Ronnie Wood.  

 

Hasta ese entonces, el quinteto -hay que decirlo- arrebató las décadas posteriores a la caída del telón de The Beatles en 1969.  ¿Y quienes si no?  

 

Esa euforia escénica, esas tablas de años y años trasegando sudor, aquelarres, autógrafos, borracheras, excesos de todo tipo e índole, solamente, -y se recalca-, solamente una banda como las piedras rodantes eran las únicas capaces de soportar. 

 

El trajín de los años les confirió un sedimento exuberante y embriagador como si de un fino vino se tratase.

 

Algo que no se bebe de golpe. Es un espíritu que se debe degustar por temporadas, a ciertos horarios, con ciertas compañías, o en soledad, con un tempo, con un ritmo ininterrumpido, placentero. Algo que debía y aún debe acompañarte en los años que te queden en el mundo terrestre.

 

Ello nos lleva a pensar que fueron y son la esencia de alguna fuerza ultraterrena o extraterrestre que su único afán fue darnos  el claro ejemplo de lo que es saber vivir la vida. De lo que es saber hacer lo que uno desea, lo que uno quiera. Morar más allá del mal y del bien.

 

Que la música trasciende absolutamente cualquier dogma. Cualquier religión y cualquier estigma. Y que no solamente puede referirse al amor, a Dios o al Diablo.  Es el simple y llano hecho de existir y subsistir a todo aquello que a una persona común se le apetece imposible.

 

Los Stones rodaron década tras década blandiendo el estandarte de la rebeldía, del gusto de vivir por el placer de eso, de estar vivo. Cuales duras rocas rodaron, astillaron y erosionaron las costumbres mojigatas de los valores de virtud para establecer los propios y darnos unos conceptos prohibidos y adictivos.

 

Los pervirtieron y los reformaron. Nos dieron esa parte oscura tan necesaria en la vida monótona y cotidiana. Eso con lo que todos hemos crecido y que generaciones futuras tomarán como una base incólume de ese titán Baobab en lo que la música del futuro derive.

 

El sueño se pasmó en 1992 con el retiro de Bill Wyman. Y afortunadamente en el 50 aniversario del grupo, volvimos a presenciar la alineación dorada, aunque fuese solo una vez más.  

 

Tristemente llegó el día en el que sueño terminó. Con el fallecimiento de Charlie Watts se cerró de golpe una era, un ciclo.  Al igual que con la muerte de John Lennon, la partida de Watts deja un hueco imposible de olvidar. 

 

Pero nos enseña que la vida sigue. Que los sueños se consiguen, que tocar en una banda más de 50 años no es solo amor al arte. Es amar lo que haces, por ti, para los tuyos y los demás. Además de decirle directamente a Satanás que has pagado todas tus deudas de vida tocando en un grupo o siendo asiduo fan de la música rock. 

 

Todo tiene un principio y un final. Tal vez sea más sencillo pensar que el inicio es lo complicado. Y que despedirse es lo fácil. Pues en esto último es en lo que atamos al pasado y es lo que complica todo.

 

Los recuerdos y la nostalgia.

 

Despedir es vivir otra etapa. Complicada, otras veces liberadora, con lágrimas y otras ocasiones con risas.

 

Pues el corazón es quien retiene los sentimientos y la mente los recuerdos de los que todos hacemos nuestros souvenirs en el andar del estrato terrenal. 

 

Claro, somos como una piedra que rueda...

 

Well I told you once and I told you twice

That someone will have to pay the price

But here's a chance to change your mind

'Cause I'll be gone a long, long time

Well this could be the last time

This could be the last time

 

Maybe the last time...

   

   

    Israel Crens 

    De Culto

    Walnut Street Ediciones ®  (2021)

 

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